Tu Maratón de París 2015
El despertador suena y
sabes perfectamente que son las siete de la mañana. Lo sabes porque hace unos
minutos ya estabas consciente que pronto sonaría la alarma. Que curioso que, a
pesar de haberte hecho el propósito de acostarte temprano y haberlo logrado, no
lograste conciliar el sueño por varias horas. En tu tercer maratón ya sabes que
esa es la señal que por fin llegó el día: vas a hacer el Maratón de París 2015
corriendo, trotando o como puedas; sin importar lo que pase, tú ya estás listo
y ansioso por empezar.
Recuerdas que quisiste
hacer un documental para toda tu gente que no pudo acompañarte así que tomas la
cámara y empiezas con el primer clip del día. Así, modorro y recién levantado
para que se vea realista. Seguirás grabando momentos durante el día. Después de
bañarte y desayunar un par de rebanadas de pan con nutella te pones la ropa que
preparaste la noche anterior y sales a la calle con una amplia sonrisa. El día
te parece espectacular aunque es cierto que lo hubieras deseado nublado y mas
frío como el día anterior. Pasas por Luisa, Yazz y Jorge, tus compañeros de
ruta (Parisina) y se dirigen hacia la salida del Maratón.
Vas viendo como salen de
entre todas las calles cual hormigas, centenares de corredores de todas las
razas, tallas, colores y si, la neta, también olores. Todos tienen esa
expresión en la cara como si supieran que se hubieran sacado la lotería y el
conductor está a punto de nombrarlos ganadores. Encuentras un espacio para
empezar a calentar los músculos, para recordarles a tus compañeros que están
juntos y te despides de Luisa y Yazz y se ponen de acuerdo para
verse al final. Tu cuerpo se siente perfecto aunque tu cabeza, siempre en su
papel, duda si no acabas de sentir un leve piquete extraño en el pie que
quien-sabe-a-quien alguna vez lo dejó cojo de por vida. No es así, tu cuerpo te
repite que esta listo.
Dejas la bolsa con tus
cosas en la mesa asignada a tu número de corredor y piensas que es increíble la
capacidad Francesa para organizar un Maratón para 53,000 corredores de una
manera tan fluida. Son maestros para la señalética hasta en las carreras. Luego
te enfilas hacia tu corral de salida y en el camino te encuentras unos inodoros
parecidos a los de México. Estos tienen forma de columna en el centro con
cuatro urinales en cada punto cardinal y allí a plena vista de todos, los
hombres descargan el último miedo matutino.
¿No te atreverás a
intentarlo verdad?
Bueno, pero ¿no te
atreverás a que Jorge te tome video verdad?
En fin, la inconsciencia
colectiva tiene sus ventajas.
Listo, ahora sí te vas a
los corrales.
Para llegar a los corrales
tienes que pasar junto al Arco del Triunfo y piensas que sería mas apropiado
que el Maratón terminara allí; estás equivocado y hasta después te darás cuenta
el porque.
Bajas por la avenida de los
Campos Elíseos y ves decenas de miles de personas llenando los corrales
asignados por tiempos. Escuchas porras por las bocinas en Inglés, Francés,
Español, Portugués, Italiano y otros tantos idiomas que no reconoces.
Literalmente hay un mundo de gente listo para salir. Los corredores de élite
salieron hace 25 minutos y escuchas que hasta ahora ya iniciaron el Maratón
14,000 corredores. Guau, ya no alcanzas a dimensionar tanta gente.
Decidiste con Jorge salir
en el corral de 3 horas 45 minutos para irse hasta atrás del bloque y correr a
paso tranquilo la primera mitad y meterle mas fuerte la segunda mitad. Para
cuando entras a su corral solo faltan 5 minutos para arrancar. Sonríes, volteas
y ves una vez mas el Arco del Triunfo. Haces otra cita con él y le prometes que
se verán mas tarde #nomatterwhat
Escuchas que dan la salida
oficial del bloque de las 3:45 y ves muchísimos corredores antes que tú. Como
no vas a poder revisar tus tiempos en tu celular, solo pones música bajito para
poder escuchar todo y a todos afuera. Te toma unos 7 minutos llegar a la salida
oficial. Mientras sonríes piensas “ahora sí es cuando” y te sueltas a correr.
Tu estrategia comienza de
maravilla. Sabes que los primeros kilómetros son de bajada sobre adoquín
alisado y literalmente con un mar de gente. No puedes rebasar así que ni
siquiera lo intentas, respiras, volteas a ver la porra y les gritas Viva México
a lo cual algunos responden “ale Mexicou”. Tu primer kilómetro se acaba en la
plaza de la Concordia donde ves el Obelisco y después de dar una pequeña curva
sigues por la calle Rivoli donde exactamente al Km. 2 ves a Chito, Sofía y
Paulina esperando para echar porras y para guardar tu sudadera que ya no
necesitas. Les gritas las gracias y los ves muy contentos. Sabes que ellos
también te ven muy contento.
Pasando el Jardín de las
Tullerías Jorge te dice que allí esta Louvre pero solo alcanzas a ver la
pequeña punta de la pirámide insignia entre arcos que dan a la calle y rodean
al museo. Quizás lo verás mejor en el regreso.
El trayecto recto hasta el
Kilómetro 5 es muy disfrutable. Todos los corredores van contentos y gritando,
las fachadas de los edificios y casas son hermosas. De hecho algunos edificios
te recuerdan bastante los edificios antiguos del centro histórico de la Ciudad
de México. Al llegar al Kilómetro 5 llegas a la plaza de la Bastilla y así como
la calle cambia de nombre también deja de ser una recta. Jorge te va platicando
de la historia de los lugares, de la comida, del arte y te sientes como en un
paseo turístico llamado ”Conozca los lugares mas bellos de París… corriendo”.
Viajar te ilustra y correr
te libera.
Al llegar al primer puesto
de abastecimiento recuerdas la estrategia de no tomar agua al empezar las mesas
porque se hace un congestionamiento descomunal. Decides seguir corriendo por en
medio y cien metros mas adelante te orillas a tomar agua. Alcanzas a ver
plátanos, naranjas y pasas, pero decides no comer nada que no hubieras probado
antes.
Ahora ya puedes rebasar
corredores y sigues pasando por plazas, parquecitos, monumentos y edificios
hasta el kilómetro 9. De repente notas como en un video flashmob que una buena
cantidad de corredores se salen de la ruta y corren hacia la derecha donde hay
muchos jardines y árboles con algunas colinas. Es la señal que estás llegando
al Bosque Bois de Vincennes y no puedes evitar emitir una risa cortada cuando
ves que todos aquellos corredores iban - cual perritos encerrados- a orinar en
los arboles o en lo que se les atraviese. La primera vez que ves a una
corredora hacer lo mismo allí, delante de medio París, crees que es un tipo con
cabello largo que quería hacer del dos, pero la siguiente vez que lo hace una
corredora Danesa que iba 10 metros delante de ti confirmas algo: el Maratón
enloquece hasta las personas comunes y decentes. Como diría tu amiga Tencha Hernández
“en un Maratón todo se vale”
El Bosque dura nueve
kilómetros que no se sienten mucho porque pasas por el hermoso Castillo
Vincennes y hay muchas bandas tocando batucada, música clásica, rock con
instrumentos de viento, y mucha porra. Al kilómetro 10 sacas la cámara y tomas
unos segundos de video. Tu guía-hermano-coach Jorge te dice que llevan 53
minutos y que van muy bien. Estás de acuerdo.
Es justo allí en el
kilómetro 14, en el Bosque, donde ves una familia similar a la tuya. Son el
mismo número de integrantes con la cara de ilusión, echando porras y con carteles
en francés esperando al Padre de familia. Un segundo después les cambia la cara
y empiezan a gritar como locos. Volteas y cuatro corredores atrás viene el Papá
y ves como se acerca y los abraza. Si pudieras detener el tiempo lo pararías
justo allí. Te acercarías y verías cada músculo de la amplia sonrisa de los
niños, las venas saltadas de la cara del Papá y las pupilas dilatadas de la
Mamá. Justo allí toda la vida tiene sentido.
Pero no puedes parar el
tiempo, así que solo volteas una vez mas con lágrimas en los ojos y les das las
gracias a ellos, a Dios y a tu familia, que si pudieran estar allí habrían
pintado el mismo cuadro. Volteas a ver por enésima vez tus brazos y antebrazos
con los mensajes que te escribieron tu familia y amigos y aprietas el paso como
si cada zancada pudiera potenciar el mensaje de amor de los que seguramente te
están mandando porras en ese momento.
En el kilómetro 19 te das
cuenta que se acabó el Bosque y regresas a casas, parques, monumentos y plazas
preciosas. No has dejado de ver porras y hasta sientes que aquí hay mas gente
todavía. Llegas al kilómetro 20 y te haces consciente que cada vez los tramos
de calle en los puestos de abastecimiento están mas mojados con charcos de agua
de abastecimiento desparramada y ves cáscaras de naranja y alguna que otra de
plátano. Te pones alerta para no tener un accidente. En ese tramo alcanzas a un
corredor que al escuchar tu grito de “Vamos Nicaragua”, voltea con cara de
sorpresa y luego te sonríe. Lo mismo pasa con un Venezolano y dos Argentinos.
Quizás por que son menos en cantidad o porque no están tan acostumbrados al
borlote, pero todos regresan la sonrisa y finalmente gritan “Vamos México”
cuando leen el nombre grabado en el dorso de tu playera.
Llegas al Kilómetro 21 y
ves mucha gente apoyando y de repente escuchas que le gritan a Jorge. Los
imperdibles Chito, Sofía y Paulina estaban allí con grandes sonrisas y
gritando, echando muchas porras. Jorge y tú se recargan de energía y continúan
el trayecto.
Antes de llegar al
Kilómetro 22 algo te sorprende. ¡Te acaba de rebasar un corredor con una
bandera de que dice 3:45! Significa que has venido en promedio mas rápido que
los corredores de tu corral y ahora vas a la par del Pacer. Le señalas el Pacer
a Jorge y pone cara de ah chinga! ¿neta? La chocas con él y se proponen tenerlo
a la vista. Al llegar al Kilómetro 23 literalmente te topas con el Río Sena y
giras a la derecha y empiezas a reconocer algunos lugares como la Isla St.
Louis y La Cité donde se alcanza a ver la Catedral de Notre Dame.
En el Kilómetro 25 entras a
un túnel corto y piensas que hasta esto hace especial el Maratón de París
porque por unos metros la sombra te reconforta. Mas motivado aún te sientes
cuando sales del túnel y a la derecha alcanzas a ver ahora sí el Museo de
Louvre y unos metros mas adelante del otro lado del Río ves el Museo d’Orsay.
Hay porras por todos lados y de vez en cuando ves la bandera de México entre
tantas otras y al ver tu playera te gritan Viva México, Ale Mexicou o hasta
Mejicooo. Gente de todo el mundo apoyaba por igual a todos los
corredores.
En el Kilómetro 27 ves otro
túnel y piensas que será igual al anterior. Te das cuenta que este es mucho mas
largo y de hecho no alcanzas a ver la salida. Ves luces como de discoteca, un
DJ muy prendido tocando y de repente escuchas una sirena a lo lejos. Volteas y
no ves nada y sigues corriendo aunque cada vez escuchas la sirena mas cerca y
ubicas que viene detrás de ustedes. Unos segundos después te rebasa y todos los
corredores del carril izquierdo se tienen que hacer a un lado para que pase la
patrulla que al parecer lleva a alguien que se sintió mal. Oh oh. Cuando
empiezas a voltear hacia las paredes del túnel te das cuenta que ves varios
corredores apoyados en la pared, caminando o sentados en el suelo. No entiendes
que está pasando pero te inquieta un poco. De repente te das cuenta que te
falta el aire y que estás respirando con dificultad. Volteas al techo del túnel
buscando respiraderos y solo alcanzas a ver tres ventiladores tamaño industrial
que hacen que circule el aire que está dentro del túnel. Ahora ya no piensas
que la sombra del túnel te está ayudando, si no que te sientes como si
estuvieras corriendo dentro de un sauna y no hay suficiente aire.
La buena noticia es que a
quinientos –largos- metros ves la salida del túnel. La mala es que no sabías
que ese túnel sería como un interruptor que cambiaría tu ritmo en el Maratón
antes y después de él.
Sales del túnel
reconfortado porque ya puedes respirar mejor y ves a la izquierda la Torre
Eiffel. Esperabas ver mucha gente tomándose fotos en la Torre. La verdad es que
casi nadie lo hace y la mayoría sigue concentrada en su paso. Es el
Kilómetro 28 y con el Pacer de 3:45 a unos metros adelantes haces cuentas.
Llevas dos terceras partes del Maratón así que solo te falta mantenerte firme
para los últimos catorce kilómetros. Jorge te pregunta si ya es momento de
apretar el paso. Le preguntas a tu cuerpo y el cuerpo te contesta algo
inaudible pero captas que no es buena idea. Le respondes a Jorge que van de
subida, que apretarán de bajada.
Jorge intenta sacarte
plática, alburearte, te dice que te conviertas en águila, te pregunta si es el
cuerpo o la mente lo que te detiene, te pregunta si realmente quieres hacer
menos de 4 horas y te dice a que ritmo deben de correr. Te dice que solo 10
segundos mas rápido por kilómetro aseguran la marca. Todo lo que hace y dice
Jorge no logra el objetivo de que vuelvas a correr al mismo ritmo que traías antes
del túnel. Le alcanzas a decir sin mucho aliento que por favor no te
deje. El pareciera ofenderse con tu petición y después de balbucear algo que no
escuchas, entiendes su amplio lenguaje corporal que te hace sentir que no lo
hará.
En el puesto de
abastecimiento del Kilómetro 30 te das cuenta que la mayoría de la gente va
mucho mas pesada y que literalmente tienes que bajar el paso para no chocar con
otros y para no resbalarte con los charcos de agua, cáscaras de naranja y
plátano. Desesperado de ver que te cambiaron el cuerpo con el que venías
corriendo antes del túnel, decides agarrar plátano para el cuerpo con el que
vienes ahora después del túnel. Aunque nunca lo habías probado estabas en una
situación que requería medidas extremas.
Le pides a Jorge que en los
siguientes puestos te haga favor de traerte agua y plátano porque intuyes que
si te detienes podrías ya no seguir corriendo.
Recuerdas a Blanca Martínez(tu
segunda motivadora para correr este Maratón) y a una tal Kathy que te topaste
en el último entrenamiento en Chicago cuando te dijeron que lo mas difícil del
Maratón de París era el segundo Bosque que se llama Bois de Boulogne porque
empieza casi en el Kilómetro 33 y termina en el Kilómetro 42 solo 200 metros
antes de acabar el Maratón.
Te habías mentalizado para
que ese Bosque fuera tu punto máximo de esfuerzo así que después de varios
intentos fallidos de acelerar al ritmo inicial decides ponerte nuevamente los
audífonos, pones tu playlist de música para correr y le subes el volumen al
máximo, a un nivel ensordecedor porque en realidad necesitabas callar las voces
que te estorbaban para terminar.
Te pareció exagerado el
número de personas caminando, sentadas, tiradas que ibas encontrando en el
bosque. No hacías caso a la voz que te decía que caminaras un poco porque ya
habías decidido no parar en este Maratón. Veías paramédicos apoyando a
corredores, caras con lágrimas de dolor, de mucho sufrimiento. Solo había una
cosa que podías hacer: Seguir corriendo y voltear a ver tus brazos y
antebrazos. Una noche antes habías remarcado con plumón permanente algunas
palabras de las frases que te escribieron los que te aman. Solo veías tus
brazos marcados porque ya no eras capaz de leer, sin embargo si entendías el mensaje
y solo tenías claro una cosa, que NO ibas a parar.
Jorge te ofrece jalarte y
le tomas su brazo izquierdo. Dos zancadas adelante ambos se dan cuenta que eso no
iba a funcionar. Le gritabas a tu cuerpo que falta muy poco, que entrenó mucho
para este momento, que la satisfacción va a ser muy grande, que lo dejarás
descansar y recompensarás después del Maratón, etcétera, etcétera. Tu cuerpo
que es sabio nunca accedió a la desesperación de tu ego. No solo porque ya no podía
si no porque tenía cosas mas importantes que hacer como usar todo su
conocimiento milenario para lograr la homeostasis de mantenerte vivo esos
últimos kilómetros. No tienes idea de la cantidad de procesos que haya tenido
que regular, administrar, compensar y equilibrar por dentro y todo esto
mientras tus piernas terminaban el Maratón.
Cuando viste el Kilómetro
40 le gritaste a Jorge que cerrara. Jorge parecía no entender. Le repetiste que
cerrara fuerte porque sabías que el traía piernas para correr veinte kilómetros
mas y además el quería hacer un minuto menos que su peculiar Maratón de
Guadalajara. Con mas dudas que ganas Jorge asintió y se echó a correr como si apenas
fuera en el Kilómetro 5. Sin emitir sonido pronunciaste las palabras GRACIAS
JORGE y regresaste a tu cierre.
Recordaste que te pusiste
el objetivo de disfrutar el Maratón de París así que te dispusiste a acoger la
incomodidad, el malestar, las náuseas y mareos de tu cuerpo; el cansancio de tu
mente que ya hasta afónica venía de tanto gritar; las escenas de terror para un
corredor que es en el Kilómetro 41 veas uno que otro corredor(a) desmayado o
cojeando; el interminable bosque Bois de Boulogne; el ruido que venía de tus
audífonos que ya no distinguías que canción era.
Lo conseguiste, soltaste la
búsqueda de un resultado, de una marca. Las imágenes victoriosas del ego
también se desvanecieron. Solo quedaste tú y los últimos metros de tu Maratón
de París.
Sorprendido viste de
repente una cara familiar que venía en sentido contrario. Era Jorge Cuevas que te
gritó: “ni madres, dijimos que lo íbamos a terminar juntos”. Con total asombro
caíste en la cuenta que allí estaba Jorge. El mismo terapeuta, escritor,
conferencista, amigo y hermano que estuvo en el momento clave de todos tus
cambios personales hace 8 años. El mismo que antes decía que no entendía porque
corres si es tan aburrido. El mismo que el día que te acompañó a una carrera,
comparó tu felicidad con la de un perrito cuando lo sacan a pasear al parque.
El mismo al que inscribiste al medio Maratón del Atlas del 2013 para que
viviera su primer carrera. El mismo que hace un año por teléfono de alguna
manera te convenció en inscribirte a la Lotería del Maratón de París del 2015
“a ver que pasa” -te dijo. El mismo Jorge que en el Maratón de Guadalajara en
octubre del año pasado te dio la oportunidad de servir y te demostró como se
escriben leyendas a fuerza de zancadas y calambres. Allí estaba Jorge.
Casi llegando al Kilómetro
42 ves que Sofi los alcanza y empieza a correr de la mano de Jorge a pesar de todos
los organizadores que les hacían señas que Sofi se saliera.
Así tan de repente se acabó
el Bosque y se acabó tu Maratón. Ves una curva y ves la meta. Sacas todo lo que
tienes que en realidad es nada para cruzar la meta. Agradeces a Dios y abrazas
a Jorge y a Sofi. Le das gracias a Jorge por todo lo que hizo por ti y le
cuentas brevemente a Sofi que gracias a su Papá terminaste el Maratón.
Tu cuerpo te interrumpe
para recordarte que ahora estás mucho mas mareado y que necesitas ayuda médica.
Del hombro de Jorge recoges la playera de finalista, la medalla dorada que dice
Schneider Electric Marathon de Paris Avril 12 2015 y la bolsa de corredor.
Acuerdas con Jorge verse mas tarde mientras él buscaría a Yazz y tu irías a
servicio médico. Como si fueras equilibrista de circo vas dando cada paso con
mucha cautela - y dolor - en camino hacia el puesto de la Cruz Roja
Llegas con dificultad al
servicio médico y te toman la presión. 80/70. Imaginas que te has de ver peor
de lo que te sientes porque te hacen muchas preguntas. Te dan agua con azúcar y
una manta térmica. Pides permiso para acostarte en las camillas porque todo lo
que quieres es dormir y te lo niegan. Te informan que al contrario, en cuanto
te sientas mejor debes activarte, pararte y caminar para que te repongas. Diez
minutos después tu cuerpo esta listo. Das las gracias y emprendes el largo
camino de cinco calles de regreso a tu cuarto.
En eso a lo lejos ves una
vez mas el Arco del Triunfo. Ahora entiendes que, como en la vida, en el
Maratón de París regresas al origen de partida. Ya habías triunfado desde el
momento que te inscribiste, te preparaste y volaste a Francia. Solo te faltaba
disfrutar el trayecto por las increíbles calles de París.
El camino para salir de la
zona de recuperación parece una zona de guerra. Gente por todos lados tirada en
el piso con muecas de dolor en su rostro. Gente llorando, gente abrazada.
Algunos hasta rezando, otros en silencio con la mirada perdida en algún lugar seguramente
muy lejos de aquí. Cualquiera diría que parecían sobrevivientes de Guerra. Una
batalla de cada uno contra si mismo buscando ganar perdiendo. Un enfrentamiento
sin sentido porque el sentido no fue invitado al campo de guerra que se llama
Maratón. Un campo que te hace enfrentarte a tus miedos, a tus dolores y a tus
paradigmas. Solo un veterano de una batalla así entiende porque 42.195 km
corriendo te pueden cambiar la vida. Solo un loco querría repetir esta experiencia otra vez.
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