Un día para recordar

Domingo, 4 de la mañana, suena el despertador, en modo automático lo apago y pienso: ¿porque puse el despertador a esta hora?  ¿Porque me tengo que levantar? Es domingo, es el día mundial de levantarse tarde, es el séptimo día, el día que el ser supremo nos dio para descansar. Sin embargo, en ese momento me doy cuenta que no tengo control de mi cuerpo, que se está gobernando solo, mientras que esa vocecita interna me dice: “quédate dormido como todo el mundo”, pero no, el cuerpo no oye razones. Me levanto y reproduzco el DVD de yoga para corredores. Y de inmediato mi cuerpo inicia la sesión de estiramientos. 

¿Pero que estoy haciendo? Me pregunto internamente, si a mí ni me gusta el yoga. Es mas no se siquiera si es correcto decir: “me puse a hacer yoga, ¿así se dirá? Ni se cómo se dice”.

Volteo a mis alrededores y no reconozco nada, no es mi cama, no es mi baño, no son mis muebles, es mas no es mi casa.

Me dirijo a una mesita donde veo que hay un bote de vaselina y tomo un poco con mi mano y me empiezo a poner en diferentes partes de mi cuerpo, algunas clasificación a, pero continuo con las clasificación C y alguna que otra clasificación D. Otra vez la misma pregunta ronda mi mente: “¿que estoy haciendo? ¿Porque estoy levantado a esta hora? ¿Porque me pongo vaselina? ¿Será que acaso soy un stripper? Pero al ver mi cuerpecito en el espejo inmediatamente sé que eso es imposible!!!!

Escucho con atención y me doy cuenta que se oyen ruidos por todas partes, susurros, platicas de personas a lo lejos. ¿Pero que está pasando? Se habrá activado la alerta de tsunami, no, no puede ser, aquí en Coahuila ni mar tenemos.
Empiezo a tomar un líquido que está en un bote de plástico que deje preparado seguramente antes de dormir y que no es agua, no es jugo, no es refresco, pues entonces ¿que estoy tomando?

Volteo hacia un sillón de la habitación y veo un outfit preparado: gorra, playera, licra, shorts, tines, tenis, portanumero, cangurera, portacelular (celular obviamente), geles, chocolates y pastillas desinflamatorias, tenis (si alguno de ustedes noto que dije dos veces que tenía tenis, eso  es porque son dos y estaban desacomodados) me empiezo a vestir con ese outfit y sigo desorientado, ¿porque todo eso? ¿A dónde voy?

Salimos de la habitación y...... Es de noche!!! No lo puedo creer!!!!! Empiezo a creer que esto es una pesadilla, un mal sueño, ¿será de esos sueños donde tu estas consciente de que es un sueño? Por favor, que alguien me despierte! O a lo mejor me estoy volviendo loco. Pero no, porque al salir a la calle me encuentro con que hay muchos locos afuera, sonriendo, platicando, riendo, como si fueran las 6 de la tarde y estuvieran tomando alguna copa, me imagino que están aquí porque hubo alguna fiesta y siguen en el desvele, porque se les ve a todos desestresados, felices, pero esperen, ninguno trae copa en mano, en lugar de eso están tomando liquido parecido al que yo tome hace un rato pero de diferentes colores.

Me subo al camión, siguiendo al tumulto de gente, y no lo puedo creer, hay tráfico a esa hora del domingo e incluso hay gente caminando con el mismo outfit que yo me puse hace rato.  Vuelvo a pensar, a lo mejor sonó la alarma sísmica y por eso todos están en las calles con esa ropa para correr más rápido a donde no haya peligro, pero reacciono, aquí no llegan ni los recursos, menos van a llegar temblores. Llegamos a nuestro destino, que por cierto sigo sin saber cuál es.
Llego a un lugar donde hay miles de personas, algunas de ellas corriendo, otras estirando, otras expectantes. Sigo caminando y veo a gente congregándose a la voz de: ¡¡¡“foto, foto!!!”. Se toman fotos como si de fondo estuviera la torre Eiffel, la Gran Pirámide de Egipto, La Muralla China, El Reloj Big Ben, Las Cataratas del Niagara, pero nooooo!!! Es una simple calle!!!! Que además esta medio oscura porque seguimos de noche.

De repente todos se empiezan a aglutinar en la calle y se oye un disparo, yo temeroso no sé qué hacer y veo con angustia como las personas presentes en lugar de que se tiren al suelo o corran hacia la dirección opuesta al sonido del disparo, todos se empiezan a mover…… pero hacia donde se oyó el disparo, mis gritos se ahogan en mi garganta y sin que pueda gobernar mi cuerpo veo con terror que empiezo a correr al mismo lado que todos corren; de repente, como por arte de magia, me empiezo a sentir mejor, me siento feliz, relajado, y volteo hacia todos lados y nadie está asustado, todos sonriendo, felices, cómodos, algunos platicando como si estuvieran en alguna reunión social, otros se ponen audífonos, la mayoría le esta pique y pique a su celular, me imagino yo que están reportando lo del disparo; de vez en vez veo gente temerosa, preocupada, ansiosa, pero feliz, bipolares pienso yo, de esa gente está lleno el mundo.

Todos corren hacia el mismo lado, como soldaditos, los sigo, conforme voy avanzando, conforme pasan los minutos, veo números pintados sobre el asfalto: 1,2,3…. Y a las orillas de la calle gente aplaudiendo, gritando sus nombres como si los conocieran, yo me siento con mas energía cuando gritan mi nombre: “papito, buenote, cuero”, porque sé que sin duda me hablan a mí; otras personas con cartelones animando a correr: “algún día no podrás correr pero hoy no es ese día”, “si quieres experimentar la vida, corre un maratón” “ya falta poco, animo” “correr es un arte y tú eres el artista”  entre otras.

También escucho música, porras animando, gritando eufóricas, incluso veo gente arriba de los puentes y pienso, pero si son las ocho de la mañana, ¿por qué tanto alboroto? ¿Porque estamos corriendo? ¿Dónde está el peligro? Conforme pasa cada kilómetro me siento más fuerte, más feliz, invencible como un súper héroe, cada número pintado en el asfalto que veo pasar, me hace más feliz, la gente continúa platicando.

Pasado un tiempo, la gente empieza a sacar geles, gomas, chocolates, hay gente regalando naranjas, dulces, es toda una fiesta, así sin pensarlo de repente llego a un lugar donde hay un tapete azul y el número 21, algo me dice que estoy a la mitad de mi recorrido; la gente no para de aplaudir y animar.

Continuo, voy corriendo por una avenida, en automático voy saludando a desconocidos, a amigos, hermanos, brothers, doy palabras de aliento a los corredores que voy pasando y me recargo de energía deseándoles buena vibra,  llego al centro de la ciudad, más gente, conforme sumo más kilómetros, más gente apoyando, ofreciendo comida, pero lo más impactante, lo más gratificante, son esas miradas de admiración de la gente,  esos aplausos. Ya pase el kilómetro 25, sigo corriendo, paso el bosque, y con él la marca del kilómetro 30. Empiezo a ver gente caminando, con dolor y frustración, les doy palabras de aliento y sigo mi camino, entro a una zona de casas, que más bien parece un laberinto, paso la marca del km 35, algo muy dentro de mí me dice que me falta poco, siento cansancio, dolor, fatiga, euforia, empiezo a sentir que la piel se me eriza, sigo corriendo, la gente no para de apoyar, niños dando agua, refrescos, dulces, chocolates, tienen sus propias fiestas en sus cocheras; por fin salgo de ese laberinto lleno de gente tan generosa.

Llego a una avenida, la gente que continua apoyando como desde el primer minuto me dice que ya falta poco, que soy un campeón, que ya lo logre, sigo sin saber que pasa, pero tengo los sentimientos a flor de piel, sin querer recuerdo aquella frase que dice que algún día no podre correr pero ese día no es hoy, se me sale una lagrima por más que quise evitarlo, sigo avanzando, y veo un número que me trae mucha felicidad, el número 40, en ese preciso instante viene a mi mente todas las personas que nos apoyaron en todo el camino, nuestros héroes anónimos, los que lograron que no nos detuviéramos, los que sin querer nos empujaron con cada palabra de aliento, con cada aplauso, con cada mirada, les agradezco a todos ellos desde el fondo de mi corazón.

Alzo la vista y lo que veo me estremece, entro a una recta y al fondo un arco que dice meta, con dos relojes enormes, me siento una celebridad, conforme más me acerco a ese arco, hay más gente apoyándome, gritando, cada paso que doy más sensible me siento, el sentimentalismo se apodera de mí, ¿tendré fiebre? ¿Porque tiemblo? Estoy sudando frio; presiento que esto está por terminar, me acerco más y más, la gente en las gradas aplaude, levanto las manos en señal de triunfo, en ese momento me siento invencible, hasta los dolores de rodillas, piernas brazos se me quitaron, de repente la multitud desaparece, ya solo estamos el marco de meta y yo.

Por fin atravesé la meta, pise el ansiado tapete azul que significa que recorrí 42,195 metros, ni uno más ni uno menos, que mi esfuerzo, que mi dedicación, que mi disciplina, que todos estos meses de entrenamientos, esas desmañanadas, esas fiestas que me perdí, esas copas que no tome, esas horas de películas que no vi, esos libros que no leí, esos besos y abrazos y……. Que no di, me están recompensando con creces en este momento con lo que siento, estoy vivo, más vivo que nunca.

No gane, tal vez llegue en el lugar 7 mil, pero eso no importa, mi victoria es personal, intima, majestuosa, hace años o tal vez meses para algunos de nosotros no hubiéramos imaginado que esto iba a pasar, no teníamos idea de lo que somos capaces cuando nos lo proponemos.

Veo al cielo y agradezco a mi divinidad, por darme salud y fortaleza, a mis hijas porque aunque no lo sepan son mi motor para llevar a cabo estos desafíos, me siento orgulloso porque les estoy dando un lección de vida, que sepan que los limites los ponemos nosotros, que todas las limitaciones están en nuestra mente; le agradezco al amor de mi vida por estar conmigo, por compartir estos momentos, por estar ahí y recorrer conmigo cientos y cientos de kilómetros en cada carrera, en cada entrenamiento y más importante aún, en nuestro maratón diario y personal llamado vida;  agradezco a todos mis coachs, a todos mis maestros, a todos mis amigos, por cada consejo, por cada palabra.

En ese preciso momento, recuerdo todo, me regresa la memoria y ya sé que hago ahí:

Soy RUNNER
Y hoy,  hoy

Soy un MARATONISTA y un triunfador.





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